El flúor comenzó a utilizarse en el agua a partir de 1945 en Estados Unidos, ya que según las estadísticas de odontología de esa época, una buena fluorización prevenía la caries dentales. Desde ese momento se fue añadiendo el flúor a otros productos, como agua mineral, chicles y dentífricos.
Actualmente los estudios científicos demuestran que el flúor es un tóxico peligroso que puede provocar graves daños a la salud. Algunos de sus efectos perjudiciales son:
– Debilitación, decoloración y manchas en el esmalte dental, de forma irreversible.
– Descalcificación y aumento de la osteoporosis, provocando un mayor riesgo de fracturas en caso de golpes y caídas.
– Trastornos cerebrales que disminuyen las facultades mentales y provocan un estado continuo de sedación.
Uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos en la falta de información lo que hace que su consumo continúe sin control, a excepción de algunos países europeos donde se ha dejado de fluorizar el agua corriente.
Por eso nuestra recomendación es supervisar y leer las etiquetas de los productos que usamos y consumimos, ya que podemos encontrar flúor en alimentos procesados, cereales enriquecidos, bebidas sin alcohol, etc…